DESPEDIDA
(con la colaboración de W. H. Auden,
Foto de H. Namuth)


Sí, ya sé que todos vamos a morir y, lo que es mucho peor, que cuanto más aguantemos aquí,
más seres queridos ­-padres, hermanos, amigos, amores­-, veremos marchar antes que nosotros.

«Detened los relojes, descolgad el teléfono…»

Sí, es cierto que estaba loco y hacía muchos años que no era ni la sombra de sí mismo. Sí, es cierto
que desde el 72 estaba desaparecido y nunca volvió a ser el mismo.
Ni la fugaz reaparición del 92 consiguió engañarnos.
Pero, precisamente por eso, en nuestro corazón se mantuvo la imagen espigada de Bobby en Islandia,
junto al zigzag amarillo de Pelé en México, Cassius bailando como una peonza y picando como una avispa,
y los Cuatro Más Fabulosos dando su último concierto en una azotea.

«Que avionetas negras nos sobrevuelen
y en el cielo escriban el mensaje: él ha muerto.»


Se ha muerto más que un hombre (al que ya no apreciábamos por lo que era).
Ha muerto un mito, un héroe de cómic que nunca pasó de moda porque no era de papel ni de celuloide.
Un mago que nos tocó con su varita mágica y nos hizo despertar a una nueva vida.

«Ya no quiero las estrellas, apagadlas todas.

Vaciad el océano y los bosques arrasad.»


Ha muerto el último héroe de mi juventud.
Ni cuando se vaya Paul McCartney, fíjate bien lo que te digo, sentiré tal vacío.
Ya sólo me quedan mis seres más queridos -­hermanos, amigos, amores­-,
y ¡por Dios! que no quiero quedarme el último.

«Porque ya nunca nada podrá acabar bien.»